domingo, 7 de diciembre de 2014

Por perder guerras internas.

Ella era el verso más jodido.

Me maté por escribirle un final,
un final que estuviese a su altura...
Y decidí irme.
Creo que era la mejor forma de que se entere de que me doy por vencido.

Y ella se quedó en un infinito constante
en el que siempre recordaría
a aquel cobarde
que nunca supo escribir sobre su sonrisa,
incapaz de describir la magia de sus ojos,
la paz de su pecho
o tan sólo hablar
de su precioso caminar.

A veces me alegro de no haberle escrito un final.
Pienso que el mundo me odiaría.
Pienso que el mundo
no es tan malo como para acabarla.

Pedirle que pare
de hacerlo como lo hace.
Pedírselo,
y que ella haga lo que quiera.
Como siempre.
"Qué secreto tan simple" pensé
cuando le pregunté que cómo lo hacía
y ella se limitó a contestarme que ella hacía lo que quería.

Estaba loca.
Pero me hacía sentir (vivo).
Y yo solamente quería escribir
un final con ella.
Y por eso me maté
intentando escribirle un final a una persona
a la que,
desde mi corazón,
desearía hacer eterna.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Consiguiendo ponerle fin a lo eterno

Hay veces que no me quiero
que me quiero poco
y mal.
Veces que me quiero
un poquito menos que de costumbre.

Hay veces que no te quiero
que te quiero poco
y mal.
Veces que te quiero
un poquito menos que de costumbre.

Y son todas esas veces
las que acumulan los daños
las que hacen pasar los años
sin que tan si quiera me de cuenta.

Qué puta fue la vida
enseñándome a vivir con tu presencia.

No se trata de lo que quiero
y no merezco.
Se trata de lo que quiero
y no me merece.

Esa continua lucha
en la que vivimos
los que siempre queremos
aquello que no nos conviene.

Y qué injusta resulta la vida a veces...
Las otras veces ni resulta.

Eso me pasó
cuando
dejaron de salirme los cálculos contigo.
Dejaron de salirme los días juntos
y ni rastro de las despedidas.
Borraba las mentiras incontables
y escribía sobre ellas
un +1,
un “te quiero” pero a lo bestia,
un susurro que gritaba
que parases de hacerme daño

Nada tenía ni pies
y la cabeza ya la había perdido hace tiempo...
En tus palabras,
en tus malas caras,
en tu risa
y en todo aquello que tenía que ver contigo.

Qué poco me quiero
cuando pretendo olvidarte
mientras te escribo.

Qué poco cuidamos
lo poco que nos unía.

Ahora entiende
que me odie
cuando te quiero un poco
por poco que sea.

Porque qué injusta resulta la vida
para aquellos
que, como decía Leiva
queremos lo que envenena.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Te he visto ser suerte en Noviembres como este

En esto del amor
no hay ganadores
ni vencidos.

Siempre acabarán dos corazones rotos
que posiblemente
tengan la cura el uno del otro
pero
que nunca se la darán.

Es un nudo en la garganta que se rompe,
una estrella que se rompe,
y dos personas que
se rompen
porque todo sigue su camino.

Siempre llega el momento de sonreír
y asumir
que se acabó el juego en el que
un corazón tan miserable como el tuyo
latía a la vez que un corazón
tan alocado como el mío.

Supongo que algo así
nos mantenía unidos
mientras el resto
pensaba
que no estábamos hechos el uno para el otro.

¿Qué locura no?
Pensar que dos personas que,
en distintos sitios,
y cuerpos,
y mentes,
puedan caminar juntos.

Por un momento
llegué a pensar
que igual tenían razón
todos los que hablaban de
esa conexión
que surgía a veces entre los opuestos.

Supongo que
a pesar de nuestras formas tan distintas
de ver,
de hacer,
de pensar
y de sentir las cosas,
algo nos unía.
Llámalo destino,
casualidad
o suerte.

Suerte la que tuve
de pasar esos inviernos,
con alguien como tú,
que hacía que pareciesen primaveras.

Ahora tengo miedo
del frío.

Y también tengo miedo
de este vacío interior
que me hace recordarte.

Ya sabes
que nunca creímos en promesas
y como dos tontos
nos prometimos no olvidarnos.

Hoy lo pensé
y más que una promesa
es un castigo
que nos merecimos siempre
por habernos querido tanto.

Aquí te dejo mi último regalo.

Es para ti.

Porque la poesía
no es de quien la hace,
es de quien la inspira.

Y esto
te pertenece.

domingo, 26 de octubre de 2014

Recordar es volver a pasar por el corazón.

Ojalá pudiese olvidar todo.
Puedo romper tus fotos, decirte que todo se acabó y que no quiero volver a verte, borrar tu número, coger tu corazón y estrellarlo contra el suelo, volver a ser yo y no nosotros, pasar las noches con el vacío que dejaste y hacer como si nada de todo eso me importara. Puedo decirte que para nada te echo de menos en los momentos difíciles, que no me haces falta y que todo va mejor desde que me fui. Puedo gritarle al mundo que puedo sola, sin ti. Pero, ¿te crees que puedo olvidar lo que sentí al coger ese tren? ¿Te crees que puedo olvidarme de ti?
Te diría una y mil veces que te vayas, pero eso no es olvidarte. Jamás podré olvidar algo como tu sonrisa, ni todo aquello que nos enseñábamos mientras crecíamos (siempre hacia arriba) juntos, ni cómo podíamos hacer siempre que ninguno cayera, ni la mezcla de amor y odio que me hacías sentir tantas veces.
¿Sabes? Igual llega un día y me olvido de todo. Me olvido de mi nombre, de dónde vivo, de quiénes son las personas que quiero y de todas las cosas que siempre hago. Me olvido de la fecha de mi cumpleaños y posiblemente no me reconozca en ningún espejo. Igual en ese momento empieza a sonar nuestra canción y lo primero que haga sea volver a sentir lo que sentí al coger ese tren, cuando mis sentimientos fueron capaces de resumir en horas, años. Igual leo tu nombre y sólo se me ocurra sonreír. ¿Y sabes, entonces, de lo que yo no me daré cuenta pero todos deberían enterarse? De que los verdaderos recuerdos se encuentran en el corazón y no en la mente.
Es por eso que no te olvido, no se trata de que no quiera ni nada de eso. Ya te dije, puedo coger tu corazón y estrellarlo contra el suelo, pero me haría falta mucho valor para hacer eso con el mío.

 «Porque destruirse es como acariciarse:
por muy bueno que seas contigo mismo
siempre hay alguien que lo hará mucho mejor por ti.»
-Risto Mejide

domingo, 5 de octubre de 2014

Haciéndote

Siempre he querido vivir en un mundo contigo. Nuestra vida, nuestras locuras, nosotros... Siempre he querido que fueses tú el que picase a la puerta después de trabajar en tardes de lluvia, que me abrazases todas las noches como si siempre fuese invierno, y que todo el desastre de tu habitación se trasladase a la mía. Siempre te he imaginado con 30, 50 y 80 años... Sonriéndome. Si algo tenía claro es que tu sonrisa y tu forma de mirarme no iban a cambiar nunca. Quería que fueses esa persona con la que bailar nuestra canción durante el resto de mi vida, que nuestros hijos se pareciesen a ti. Joder quería hacerte feliz toda tu vida. Quería quitarte tu mal humor de por las mañanas comiéndote a besos en la ducha. Quería pasarme las noches debajo de una manta en el sofá calentando mis pies con los tuyos. Quería perderme contigo todos los fines de semana. Quería luchar por ti lo que no había luchado por mi. Quería sentir que podía dar todo lo que yo era a una persona que era todo lo que yo quería. Quería hacerte feliz porque así yo era feliz. No era la historia de siempre, esa de “tu felicidad no debe depender de nadie”, no. Simplemente un día me dijeron que hiciese todo aquello que me hiciera feliz. Y te hice a ti. Y a partir de ese momento supe que mi forma de ser feliz era haciéndote feliz a ti. Pero ya sabes todo eso de que no siempre se comen perdices... Pues te digo que no siempre se acaba siendo feliz. Ojalá pudiese repetir todo lo que fuimos. Y lo volveré a repetir, pero no serás tú ni seré esta yo. Y posiblemente tenga una sonrisa distinta con la que sonreírme con 30, 50 y 80 años. Y ojalá recuperase ese vicio que al final fue lo único que quedó uniéndonos, dejándonos ese vacío que sufre un exdrogadicto, un exalcóholico... o nosotros.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Y

Todavía no soy una completa desconocida para ti. ¿Te acuerdas todo lo que te gustaba y lo que odiabas de mi? Pues vengo a decirte que todavía te escribo, que aún me gusta ver pasar trenes. Y los veo. Y sigo mirando las estrellas. Y canto en la ducha y fuera de ella. Y bailo como una loca cuando estoy sola. Y tardo horas en prepararme. Y sigo haciendo lo que me da la gana. Y salgo y bebo, y me pillo un ciego de los que al día siguiente no te acuerdas ni de lo que llevabas puesto. Y nunca tengo ganas de volver a casa. Y hago tonterías como si tratara de hacerte reir. Y me río de cualquier cosa como si fuera la última vez. Y sigo escuchando canciones que, estoy segura, hablan de nosotros. Y me acuerdo de ti. Y me sigue gustando perderme.  Y cada día estoy más convencida de que la vida empezará a ser una gran mierda cuando nuestro día preferido de la semana sea el domingo. Y sigo pensando que voy a ser alguien que inspire a un poeta a hacer un poema, y que me van a hacer la canción más bonita de mi vida, y que voy a abrir telediarios y a vivir en un castillo. Y aún espero que alguien llegue y me diga "siempre he querido compartir esta mierda de vida con alguien como tú". Y busco a alguien que me suba a lo más alto de una montaña para gritar que me quiere. Y me dedico a ir en contra del mundo. Y lloro como una niña cuando se me tuercen las cosas. Y todavía sigo en mis trece de que volvería a cometer todos aquellos errores. Y sigo preguntándome cosas que la gente normal no se pregunta. Y peleo con todo el mundo. Y sigo sin odiar a nadie. Y pienso que la gente no es tan mala. Y...
Y todavía te escribo para decirte que no soy tan desconocida como piensas; que, todavía, no he cambiado tanto. Y que sé que mi yo de hoy y de ayer siempre va a seguir vivo porque, en tu recuerdo, voy a ser siempre la misma. Y tú y yo hemos tenido suerte de conocernos así.

martes, 12 de agosto de 2014

Con lo bueno,lo malo y lo feo.

He querido mucho a alguien. No se me ocurre mejor forma para empezar a escribir esto. He querido a alguien con toda mi alma. He tenido la gran suerte de conocer, respetar, vivir y sentir a alguien. Me he levantado cada mañana luchando por una persona que no era yo. He traicionado a todos y cada uno de mis principios, esperando que nunca hubiese un final. He sonreído de verdad, con esa fuerza que nos da la felicidad. Nunca he caído rendida a sus pies porque nunca me ha dejado caer ni mucho menos rendirme. He visto que cuando todos se apagaban su luz continuaba encendida. He llorado de la risa con una persona, y me ha llenado de poder la risa de esa misma persona. He sentido todo ese tipo de cosas que dicen que se sienten en el estómago cuando uno se enamora. Cuando me han faltado motivos sólo he tenido que escuchar su voz. He crecido con él, no sólo físicamente sino mental y espiritualmente porque ha llenado a mi espíritu con cada paso que él daba. He compartido todo, mis cosas, mi tiempo, mi corazón... He echado de menos y me he equivocado. He perdonado. Pero sobretodo he querido mucho a alguien. Ojalá todos pudieseis querer a alguien de tal forma al menos una vez en la vida. Cuando una pareja de ancianos se muere en un breve periodo de tiempo, eso es amar. Ojalá todos pudieseis amar a alguien de tal forma que si su corazón dejase de latir, el vuestro también dejara.
 «Y bueno, me preguntan algunos ¿y cómo va a acabar esto? Ay, yo no sé cómo va a acabar, ojalá no acabe, pero si acaba ya se verá. Es como el amor, que es infinito mientras dura.»

martes, 1 de julio de 2014

La razón que sincera al corazón.

Hay que empezar a dejar el corazón a un lado y empezar a usar la razón, y mi razón, cómo no, me habla de ti. Me ha hecho reflexionar durante un largo tiempo a tu lado, y ha podido hacer que te mire con ojos distintos para poder darme cuenta de que ni tú, ni mucho menos yo, somos los mismos. Me he fijado en que has cambiado la forma de darme los buenos días, y de que otra noche más se te han olvidado las buenas noches. Ya no quieres sonreirme a mi aunque a veces se te escapa como todos esos sentimientos que ahora sólo buscas esconder. Siempre te dije que la vida nos quiso (y nos quiere) mantener unidos aunque a veces el dolor es tan grande y llega a ser insoportable, y tenemos que darnos cuenta de que posiblemente nos vaya mejor si seguimos cada uno un camino distinto. Y, ¿qué hay que no vaya a echar de menos de ti? Aunque supongo que tú también me echarás de menos. Ya nadie nos va a hacer reír cuando las cosas se pongan feas. Nadie se pasará las noches mandándonos audios cantando aunque sea fatal y probablemente, esa noche llueva. Ya nadie se quedará a ver la mayor pastelada de película conmigo, y nadie te picará mientras ves el fútbol. Nadie nos escuchará y nos entenderá porque nadie, aparte de nosotros, ha vivido nuestros cambios. Nadie se quedará a aguantar nuestros enfados por tonterías que ni tú ni yo entendíamos. Ya no sentiremos que existe alguien que cree en nosotros. Hasta que llegue otra persona. Pero nunca serás tú, y nunca seré yo. Y llegaremos a ser felices, pero nunca de la misma manera.
Lo siento muchísimo. Siento cada uno de los fallos que he cometido contigo. Siento no haber valorado todo lo que hiciste por mi. Siento todas las veces que perdí la paciencia. Supongo que a nuestra edad no sabemos querer todavía.
Gracias por estos 3 años, no sé si maravillosos o desastrosos. Gracias por todo lo que he podido aprender de ti y aprender contigo: a madurar, a tener más paciencia, a querer, a sonreír... Gracias por hacerme fuerte. Por haber creído en mi cuando más lo necesité. Por haber tenido paciencia conmigo. Por haber soportado cualquier cosa sólo porque a mi me hacía feliz.
Sabes que siempre, siempre, siempre vas a tenerme, porque eres la persona más especial de mi vida. Puedes contar conmigo. Pero hemos crecido y creo que lo que los dos necesitamos es seguir caminos diferentes. O todo sale bien, o abandonamos aquí. Pero eso, aunque me duela, ya no depende de mi.
Te quiero, ahora y siempre.

domingo, 29 de junio de 2014

E r a s

Supongo que en algún momento todos dejamos de ser
y tú eras mío
y para mi.
Eras todas las ganas de vivir que me mataban,
y las ganas de morir que me hacían sentir
que aún estaba viva.
Eras cada paso en falso que daba hacia el abismo,
el propio abismo.
Eras mi Primera Guerra Mundial 
y todas las sucesivas.
Eras cada semáforo en rojo que me hacia llegar tarde a todos los sitios.
Eras las manos que me hubiese gustado que me acariciasen el pelo toda la vida.
Eras la catedral en un día de concierto.
Eras el primer día de mi primavera;
eras todas mis primeras veces:
mi primera palabra,
la primera vez que vi el mar,
y mi primer día de colegio.
Eras la luna cuando salía todas las noches.
Eras cada uno de los versos tristes que escribió Neruda aquella noche.
Eras todos los deseos al soplar las velas de cada 9 de junio desde 1997.
Eras todos los trenes que he cogido,
estabas en todos los aviones por los que acariciaba el cielo.
Eras todas las llamadas perdidas en mi móvil los días que estaba mejor sola.
Eras todas las carreras de sábado-noche por no llegar tarde a casa.
Eras cada gota de lluvia que ha rozado mi pelo...
Eras la envidia de Madrid, Roma o París,
te he podido ver en cada ciudad...
Eras lo único que brillaba en mi oscuridad.
Eras todos mis finales,
y podría perder el tiempo intentando escribirte uno,
pero te los has llevado todos.

domingo, 30 de marzo de 2014

Don nadies


Tú sabías que no merecía que me hiciesen daño
y diste por supuesto que no merecía nada,
ni los buenos días 
ni los pensamientos de antes de acostarse.
Y qué te puedo decir yo que no suene cutre
mientras me estás perdiendo
y nos estás echando a perder
y sabes que vas a acabar perdido.
Podría gritarte que vuelvas incluso antes de que te hayas ido,
o podría llorar cada palabra como si los finales realmente existieran.
Podría acabar como Maná y asumir
que lo único que me queda es compartir tus labios,
aunque no quiera.
O podrías darte cuenta de que valgo mucho más
que unas palabras bonitas
cuando busco salidas.
Que si sigo aún aquí, en la puerta,
debatiéndome entre el sí y el no,
no es por otra cosa más que porque tú
has sido capaz de hacer que las ciudades más bonitas del mundo
se rindiesen a mis pies.
Como cuando decías que la lluvia
era la única manera que tenía el cielo de acariciarme;
o que las estrellas, estaban ahí
para que de noche también se me pudiera ver.
Que si algo le faltaba al mundo supralunar de Aristóteles
era mi sonrisa.
O que Sabina habría tardado en olvidarme
900 noches.
Por esas cosas estoy a tu lado
esperando a que te des cuenta de algo
que cambie de una vez por todas todo esto.
Porque queremos dar por acabado todo,
y en realidad somos muy poquita cosa
como para acabar incluso un poema.
Para mi sigues siendo un héroe,
aunque nunca lleves capa
y a veces el mundo te tenga que salvar a ti.

sábado, 1 de marzo de 2014

Para dos

No sé en qué momento me hice creer a mi misma que podía con todo yo sola. Supongo que el miedo tiene distintas formas de actuar: a unos les hace esconderse, a otros dudar, a otros nos hace crecer.. Pero la vida no sólo son caminos, son también golpes, y también sonrisas. Y uno no sonríe solo, ni tendría que soportar los golpes solo. Al final los caminos están hechos para dos. Acabas entendiéndolo cuando aparece una persona y sientes que todo lo que compartes se vuelve mejor.

Quien te abraza en los días de frío,y te susurra que todo va a ir bien. Quien te levanta del suelo,porque es imposible que no caigas. Quien te enseña que luchar por dos en vez de por uno, es difícil, pero es más bonito. Quien ha tenido la paciencia de levantarse conmigo 1095 días. Creo que sólo existe una persona en el mundo capaz de salvarnos del precipicio al que un día nos acercamos todos,esa persona es la que cada día me lleva al borde y me salva, no sé si por suerte o por desgracia.

sábado, 25 de enero de 2014

Por tenerte

Por tenerte. Cerca. Porque seas ese abrazo cuando la soledad se arrima. Por andar de tu mano por las calles. Por buscar salidas en tus ojos. Por recorrer tus lunares. Por levantarme a las 4am y ver que sigues ahí. Por rompernos la rutina. Por tenerte aquí, o allí, o donde sea pero contigo.

Por tenerte. Lejos. Porque seas por quien lloro y quien intenta secarme las lágrimas. Por andar sola por las calles. Por perderme en tus palabras como un puto laberinto. Por levantarme a la 1,las 2, las 3 y las 4, y ver que no hay nadie. Por romperme.

Todavía guardo un bote lleno de monedas, "para un billete de tren", o más bien "para cuando tenga huevos de ir a verte".