domingo, 30 de marzo de 2014

Don nadies


Tú sabías que no merecía que me hiciesen daño
y diste por supuesto que no merecía nada,
ni los buenos días 
ni los pensamientos de antes de acostarse.
Y qué te puedo decir yo que no suene cutre
mientras me estás perdiendo
y nos estás echando a perder
y sabes que vas a acabar perdido.
Podría gritarte que vuelvas incluso antes de que te hayas ido,
o podría llorar cada palabra como si los finales realmente existieran.
Podría acabar como Maná y asumir
que lo único que me queda es compartir tus labios,
aunque no quiera.
O podrías darte cuenta de que valgo mucho más
que unas palabras bonitas
cuando busco salidas.
Que si sigo aún aquí, en la puerta,
debatiéndome entre el sí y el no,
no es por otra cosa más que porque tú
has sido capaz de hacer que las ciudades más bonitas del mundo
se rindiesen a mis pies.
Como cuando decías que la lluvia
era la única manera que tenía el cielo de acariciarme;
o que las estrellas, estaban ahí
para que de noche también se me pudiera ver.
Que si algo le faltaba al mundo supralunar de Aristóteles
era mi sonrisa.
O que Sabina habría tardado en olvidarme
900 noches.
Por esas cosas estoy a tu lado
esperando a que te des cuenta de algo
que cambie de una vez por todas todo esto.
Porque queremos dar por acabado todo,
y en realidad somos muy poquita cosa
como para acabar incluso un poema.
Para mi sigues siendo un héroe,
aunque nunca lleves capa
y a veces el mundo te tenga que salvar a ti.

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