domingo, 1 de marzo de 2015

Siete vidas son muy pocas para un gato enamoradizo



Siempre he estado de acuerdo con esos poetas
que hablan de gatos
que gastan vidas enamorándose.

Supongo que cualquiera ha sido alguna vez
ese gato
que ha perdido miedos,
uñas, maullidos
y tiempo
en forma de vidas.

Y lo mismo nos pasa a nosotros.

Aunque nadie nos dice
por qué son
siete.
Igual a la séptima se cumple el "hasta la muerte"
o quizás nos demos por vencidos
o simplemente
a la séptima grieta
el corazón termine de romperse.

Hay tres opciones,
o te mueres de su mano,
o dejas que te atropellen,
o posiblemente el corazón te explote.

Siete vidas son pocas para un gato
enamoradizo.

Para un gato
que sabe que de algo hay que morir,
y puestos a morir de algo que sea de amor
digo yo.

Puestos a volverse locos,
que sea enamorándonos de alguien capaz
de hacer que nos tiremos a las vías de su tren
y dejarnos ser arrollados
sin miedo,
sin uñas y sin ganas de maullar.

Porque vidas...
vidas
serías capaz de invertirlas todas
en cualquier brote de locura.

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