domingo, 18 de octubre de 2015

Vía de freno de emergencia


¿Te imaginas que pudieses parar todo?
Qué fácil sería volver a empezar
y volver a quererte un poco.

Qué cojones haces cuando te das cuenta que dentro de ti existe un tren
sin rumbo
pero a toda velocidad por unas vías de las que empieza a despegarse.

Lo jodido es que ese tren no tiene ninguna dirección
pero sí que tiene personas dentro.
Y las quieres.
Frena.

¿No lo ves?
Sigues sin tener el valor para tan sólo pisar el pedal correcto.

Sigues sin ser consciente del todo de que en los trenes de la autodestrucción también hay pasajeros.
Y te quieren.
Y ellos serían capaces de tirarse a las vías para pararte el puto tren.

Entonces empiezas a ser consciente…
De que quizás sí que valga la pena frenar un poco.
Por ti, por ellos, por cualquiera.
Pero no puedes.
No puedes,
no sabes,
no puedes,
duele.

No lo ves...

Es momento de descarrilar ese tren
y tú no sabes si ponerte a temblar.

Porque si algo has aprendido es
que elegir el destino a ciegas
nunca ha sido buena idea.

Pero supongo que a veces hay que arriesgar
a que todo vuelva a salir mal
o que todo vaya bien de una jodida maldita vez.

Y lo ves claro:
mira a tu lado.

Todos esos pasajeros a los que casi les jodes la vida
están gritándote
que si sueltas el acelerador también se puede frenar,
que no te preocupes más por ningún pedal absurdo
que vales más que eso.

Y entonces sonríes.
Porque ya no existe el miedo.
Porque te das cuenta de que ser kamikaze
es ser un poquito valiente

pero la verdadera valentía es saber cómo parar a tiempo.

domingo, 11 de octubre de 2015

Del verbo creer



Creo en lo que creo porque me hiciste creer.

Creo, espero, deseo, y ruego a la vida que nos ponga las cosas más fáciles a aquellos a los que nos llena más dar
que recibir.
Quiero decir, creo que es irracional que nos llene vaciarnos.
Pero también creo que no estamos aquí para hacer lo que se deba hacer.
Creo que es posible bailar frente al espejo un domingo.
Y un lunes, y un martes… y cualquier día de la semana,
se llame como se llame,
se vaya quien se vaya,
duela lo que duela.
Porque creo que si realmente existe una cura a cualquier daño, esas son las ganas.

Y creo en la buena suerte.
Pero tú sabes que odio las supersticiones,
y no creo ni en gatos negros, ni en martes 13, ni en espejos rotos,
ni en cualquier sal derramada fuera del mar.

Sigo creyendo en finales felices a pesar de todo,
a pesar de saber que un final sólo tiene una forma de surgir y no es buena.
Pero creo.

Creo en las sonrisas
y en las palabras,
porque sí, todavía creo en las personas.

Creo que por las venas de algunos corre magia en lugar de sangre,
y que todos estamos hechos de polvo de estrellas.

Creo que siempre queremos lo que no tenemos,
lo que no deberíamos,
y lo que perdemos,
y que todo eso se acaba convirtiendo en el motor que nos impulsa a conseguirlo.

Además, creo que existe un lugar en el mundo para cada uno de nosotros,
y creo que sólo existe una manera de recorrer un camino
y es siguiendo hacia delante.

Creo que somos pedacitos de pasado que se dirigen al futuro.
Porque creo en el futuro.
Y creo que las cosas solamente pueden ir a mejor.

Creo que la gente que se va nunca lo hace para siempre.
Creo que siempre nos espera alguien sea donde sea
y creo eso que dicen que el insomnio no es más que estar despierto en los sueños de otro.

Creo.
Y creo que precisamente eso puede destruirme.
Pero creo que la única forma de vivir
es creer que todo es posible.

Y ahora puedo ver,
que igual fuiste tú quien me hizo creer,
pero si hoy creo en lo que creo
es

por mi.