miércoles, 17 de febrero de 2016

- ¿Sabes lo que me gusta de ti? Que siempre sonríes. No se si es a mi o al mundo, si es que todo te da igual o que no quieres dejar ver que exista algo que pueda hacerte daño, pero sonríes. Y el problema está en que seguramente haya mucha más gente alrededor mío que sonría, pero yo no me doy cuenta. Pero cuando vienes tú tengo la sensación de que en ese momento nada malo podría pasarme, y eso me gusta. Y me gusta que no te importe soñar en voz alta y que nunca te quieras ir a dormir. Y que no seas capaz de enfadarte cuando algo te sale mal porque eres capaz de aceptar las derrotas. Es por eso que creo que vives pocas, porque seguramente no seas consciente de que estás perdiendo cuando viene la vida y te da una patada. Y podría decirte que creo que te quiero a pesar de que un día te despiertes queriendo quedarte y al siguiente sólo tengas ganas de salir corriendo. Porque se que me llevarías contigo. Y es que eres la única persona a la que cuando la he mirado por primera vez lo último que se me pasaba por la cabeza era hacerte daño. Pero es que luego te conocí y sabía que no es que no pudiera hacerte daño, es que no quería. Por eso no me gusta cuando estás triste, ni cuando dejas de sonreír. Pero…
+ Pero.
- Pero no puedo estar contigo. A pesar de que ahora mismo te cogería de la mano y te llevaría a Madagascar. A pesar de que sigo pensando que eres lo más bonito que voy a poder encontrar una noche como esta. A pesar de que tenga ganas de besarte.
+ No me beses si no vas a quedarte…

- Vale.

domingo, 7 de febrero de 2016

He vuelto por y gracias a ti

Nunca antes había comprobado lo importante que es darse tiempo. A uno mismo. Tiempo para ser capaz de recuperar el tiempo que has perdido por muy irónico que suene. Y es que por fin he sido capaz de hacer las paces conmigo. Es difícil de entender, parece ridículo y, es muy probable que cualquiera que lea esto piense en cómo no me da vergüenza reconocerlo. Es sencillo: me quiero. Me he ido lejos, a solas, con el único fin de cogerme y decirme “eh, para, no te mereces lo que te estás haciendo”. Y he recordado todas las palabras de mi madre, de mi familia y de toda la gente que me quiere. Y me he hecho fuerte. Ahora solamente quiero descansar de todo esto. Quiero descansar de ser fuerte porque es realmente agotador vivir luchando contra un mundo que, tristemente, sólo tu cabeza hace enemigo, él no busca hacerte daño. Quiero dejar de tener miedo a las sombras de mi pasado porque son eso: sombras. Sólo asustan pero no pueden hacerme daño. ¿Y si vuelven? Volveré a ser capaz de poder con ellas. Porque si algo he aprendido todo este tiempo es lo importante que es tomarse tiempo. No precipitarse. Al vacío. Porque creo que lo que mas me ha costado ha sido creer que todo empezaba a ir bien y de repente volver a caer. Era como si fueses por un túnel completamente oscuro y vieses una luz al final, y justo cuando creías alcanzarla: zas. Algo volvía a tapar la salida. Pero todos los túneles tienen salidas de emergencia. Gracias mamá por haber sido la salida de emergencia que me ha cogido y me ha dicho: “tú sales por mi”. Y me has vuelto a enseñar a andar aunque esta vez de otra manera: sin miedo. ¡Sin prisa, pero sin pausa! La vida es demasiado corta como para pensar en frenar. Por eso quiero seguir a tu lado. Quiero volver a mirar todo lo que me rodea con los ojos de antes, volver a ser capaz de ver todo lo bonito que los demás no ven y alejar de mi vista todos los demonios que intentan cegarme. Quiero mirarme al espejo con la mirada de quien se quiere. Y quiero dejar de hacerme daño. Creo que empiezo a quererme. Quiero decirte, sobretodo a ti, mamá: he vuelto.