Hoy he ido a una fiesta que prometían
como la mejor del año.
Lo único que he visto es a un montón
de gente corriente que probablemente sólo sea interesante con un par
de copas encima,
pero estaba segura de que todos
saldrían de allí diciendo la increíble noche de la que no se
acordarán nunca.
Entonces he caído en la cuenta de que
seguramente no se trate de que este lugar no esté hecho para mi,
sino que soy yo la que no está hecha
para este lugar.
Y lo peor de los sitios no es cuando no
encajas,
es cuando se te quedan pequeños
y no puedes desplegar las alas.
He mirado a mi alrededor y he sido
consciente de que lo más bonito de la fiesta probablemente fuera mi
sonrisa
o una copa de Brugal.
Y me limité a dejar de sonreír y
beberme todo de un trago.
Porque simplemente hay sitios, noches,
personas,
que no se merecen algo
porque nunca saben ver más allá.
He cogido el móvil y te he escrito un
mensaje contándote todo esto.
Lo envío. No. Sí. No.
No.
Y he dudado de por qué a ti te
gritaría todo esto
y a mi psicóloga le digo siempre que
no me pasa nada.
Me limito a sonreír y a insistir en
que todo va mejor.
Nada va a mejor.
¿Por qué?
Porque no pasa nada. Nunca. Nada.
Y al final he llegado a mi casa.
Y lo único que me rondaba la cabeza
era la pregunta:
¿Alguien lo haría por ti?
Entonces me susurré que no pasaba
nada...
Y bueno, he vuelto a escribir.