Se
trata de esas absurdas malas rachas que nos nacen en el corazón
y que
consiguen que nos duela hasta ese alma que,
en ocasiones,
creemos
que llevamos dentro.
No sé
si el problema está en mí o, lo que es peor aún,
no sé
si ni siquiera hay un problema.
Dime cómo
arreglas algo que no está roto;
dime,
cómo arreglas
algo que te duele porque no está.
Quiero
decir, que puede que simplemente sea que todos necesitamos a alguien,
que nos
gusta tener una persona que nos ofrezca todo su cuerpo para desahogar
nuestros
malos días
y nuestras
ganas de subir al cielo algunos lunes.
No hacemos
nada malo cuando sólo buscamos oír aquello que queremos,
cuando,
aquello que queremos oír, es tan sólo un “todo saldrá bien”.
Pero
esta es la situación ahora:
Se me
han juntado los martes, los treces,
y algún
que otro gato negro que no eras tú
(perdiendo
otra de tus siete vidas enamorándome).
Y yo,
bueno,
supongo
que yo simplemente busco que mi alma
grite un lunes por la noche
con
otro gato que me arañe con cariño el corazón para que no vuelva a nacer en él
nada malo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario