Quiero devolverte toda la
vida que me has dado
en un mísero trozo de
papel
que, quizás, acabe en el
fondo de cualquier cajón
en cualquier habitación
en la que te haya
abrazado.
Quiero regalarte mis
sonrisas
porque para eso has sido
tú quien las has creado,
con todas y cada una de
sus formas
y con todos los "a
pesar de".
Quiero hacerte un hueco
en el cielo
como tú me lo hiciste en
tu barriga
cuando me estabas
queriendo sin ni si quiera yo haber nacido.
Quiero pedirle a la vida
que te de todo lo que no
ha sabido darte,
aunque menudo arte
es oirte contar cuentos
a Natalia y a mi todas
las noches de lo que dura una infancia.
Y quiero darte las
gracias
de todas las formas de
las que posiblemente no te las acabe dando...
Sin ti nada sería
posible,
porque si soy lo que soy
es gracias a ti
y eso te lo debo.
Quizás no sean tuyos mis
ojos,
pero si mi forma de ver
las cosas
y también esas ganas
infinitas de seguir siempre adelante.
Gracias por hacer lo que
pocos hacen:
cuidarme.
Gracias por haber sido
tan guapa en momentos tan feos.
Gracias por ser casa,
por hacerme sentir
segura, protegida,
a salvo...
En tantos naufragios en
los que,
sabes,
me meto sin dudarlo.
Cada día estoy más segura
de que es verdad eso que dicen,
y una madre es
irremplazable.
Porque solo hay una como
tú
y tengo la suerte de
tenerte.
Ojalá no te tuvieras que
ir nunca...
Ojalá pudieses quedarte
conmigo hasta el final del camino
para poder ver a dónde
llegan esos pies
a los que tú
hace 17 años
enseñaste a andar.
Lo que tengo claro es que
puedes estar tranquila,
que me has enseñado tanto
que ahora sí puedo decir:
todo irá bien.
Y sino,
ya buscaré
en estos ojos que no son
tuyos,
entre estas formas de ver
que me diste,
en el sitio donde siempre
se esconden las cosas que olvidas
y gastando todos los
minutos de tu vida que invertiste en llegar tarde,
cualquier forma de
encontrate.
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