Si
hay algo que he aprendido últimamente es que de las peores cosas que
te puede dar la vida es una zona de confort. Al fin y al cabo es una
forma tonta de ponerte barreras de seguridad alrededor de un círculo
ridículo en el que sí, estás bien, pero el cual no te va a
permitir avanzar nunca. Y es que para qué está la vida si no es
para simplemente vivir. Y aceptar que vas a llegar a zonas horribles
en las que nunca querrías haber caído y de las que vas a salir,
porque tan sólo forman parte del camino. Pero hay que tener en mente
siempre que cambiar no es siempre empeorar, y que cualquier cosa que
te impida cambiar, sea hacia donde sea el cambio, es mala. Siempre
decimos que cualquier cosa podría ser peor, y claro que podría pero
también podría ser mejor y sólo hay una cosa que impide que eso
sea así: tu zona de confort. Así que escúchame: te deseo que nunca
encuentres tu zona de confort. Te deseo que tengas días en los que
todas tus decisiones te lleven a sitios en los que nunca habías
pensado estar. Que te llenes de barro y maldigas seguir despierto
para luego asumir algo tan sencillo como que sólo se ensucia quien
camina. Que no hay un solo lugar en el mundo y que a veces los
caminos más feos llevan a sitios en los que sólo te arrepientes de
no haberlos conocido antes. Llámame loca pero te pido que si
encuentras un sitio donde te sientas bien, salgas corriendo sin
dudarlo. Creo que es la única forma de no estancarte y poder crecer,
porque si dejas de crecer, habrás dejado de vivir
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