Cuando estabas cerca el mundo era
distinto. Todos los días parecían viernes y todas las horas eran la hora de la
merienda. ¿Eso significa ser feliz? No lo sé. De lo único que estoy segura es de
que la vida era un poquito menos triste cuando iba de tu mano. Porque cuando
estabas tú mis miedos no tenían espacio. Y yo sólo quería correr, bailar,
gritarte que te quería… Nunca fui tan libre como a tu lado. Porque me metiste
en tu jaula y allí podía hacer lo que me daba la gana. Todo parecía más fácil. Desde
que no estás no soy infeliz, pero sí un poquito más triste. Porque sigo siendo
libre pero a veces me quedo quieta y solamente me resigno a lo que viene. Creo que
fue desde el día en que me dijiste que eras experto en destrozar lo que te
importaba. Y entonces abriste la jaula y me pediste que saliera. Ni si quiera
quisiste escuchar que yo era feliz allí. Yo tampoco lo dije. Simplemente salí
y, bueno, a veces pienso que el mundo de ahí fuera está un poco triste porque
tú no estás. Yo a veces también estoy un poco triste porque tú no estás. Y sigo teniendo ganas de gritarte que te quería y que seguramente todavía te quiero. Pero, ¿podrías oírlo ahora que yo estoy tan lejos?
Carmen
miércoles, 26 de diciembre de 2018
martes, 6 de noviembre de 2018
Yo nunca me fui
El día que empecé a quererte tomé
la decisión de caminar a tu lado, siempre. Desde ese día he sido tu escudo
frente a tantos golpes que creo que ya no siento. ¿Qué harías tú si te encontraras
contigo? Porque el día que te encontré yo decidí darte la mano, apretártela tan
fuerte que sintieras que ya no existía el miedo. Traté hacerte ver cada día
desde entonces que las cosas podían ser diferentes, que las cosas podían ser
mejores. Me levanté tantos y tantos días deseando que por fin decidieras hacer
las cosas bien, que eligieses cuidarte a ti como lo hacía yo.
Supongo que no debió sorprenderme
cuando el cielo se nubló de repente. Siempre acaba pasando: tanto la luz como
la oscuridad forman parte de la vida. Me sumergí en un mar tan, tan oscuro que
dejé de tener fuerza para soportar tus golpes. Sentía que ya no podía matar monstruos
por ti ni hacer que tu mundo fuera un lugar menos malo en el que quedarse a
pasar un rato, pero me empeñé en seguir dándote la mano: creo que sólo esperaba
que fueras tú el que me cuidara a mí en medio de todo esto. Pero, sin embargo,
te fuiste.
Me duele más que lo hagas tú
porque eras tú quien nunca iba a dejarme sola. Pero te fuiste, como cualquiera.
Ahora ya no hay nada que hacer, y si alguna vez te preguntas qué puedes cambiar
para arreglar todo aquello que no hiciste te diré que sólo te queda meterte mi
corazón por donde te quepa, quizás así entiendas lo que siento.
¿Qué harías tú si te encontraras
contigo? Seguramente saldrías corriendo. Recuerda que yo siempre pude hacerlo,
pero no lo hice. Yo nunca me fui.
domingo, 4 de noviembre de 2018
Siempre he sido yo
«El sufrimiento, en cierto modo,
deja de ser sufrimiento
cuando encuentra un sentido»
- Viktor Frankl
He hablado conmigo de mí porque creo que soy yo la única
persona a la que le debo explicaciones.
Llevo días pensando acerca de toda esta espiral de dolor en
la que se ha convertido todo y de la que, he pensado, no podía salir. He dicho
mil veces que se acabó, que hay que volver a empezar, que lo único que había
que hacer era desprenderse. Pero siempre he vuelto a caer como si todos esos
pensamientos y recuerdos me atrapasen en un tiempo y un espacio que parecen ser
infinitos e inabarcables al mismo tiempo. El miedo de empezar de nuevo siempre
acaba reapareciendo, y yo siempre acabo dejándome dominar. Y, bueno, siempre he
hablado de desprenderse como si fuera fácil. Como si dejar algo-ahí no fuera a
doler más todavía y entonces no fuera a sentir que todo se desborda.
Pero, en medio de todo eso, he decidido hablar conmigo de
mí. He decidido darme la oportunidad que merezco. Porque para que llegue la
calma tiene que haberse desbordado todo. Quiero decir, que no soy culpable por
haber sentido nada aun sin dejar de ser responsable de todo.
Siempre te he dicho que las cosas que no decías te ahogaban
lentamente, y reconozco que poco a poco he sentido cómo se formaba un nudo
dentro de mí. Pues bien, estoy rompiéndolo. Estoy diciéndome todas esas cosas
que tenía que haber dicho y nunca dije.
Odié el día en que te fuiste porque pensaba que había
perdido. Sentí cómo mi corazón se paró en seco durante tres segundos antes de romper
a latir frenéticamente. Supongo que tenía miedo. Miedo por cómo iba a ser todo
a partir de ese momento. Miedo porque nunca estuve preparada para ese momento.
Fuera lo que fuera, recuerdo que me sentí muy triste. Tremendamente triste. Era
una tristeza de las que te come por dentro y no te deja pensar en nada, ni
querer nada, ni disfrutar nada… Era una tristeza de las que te encierran en un
túnel del que nunca ves la luz, pero que en el que tampoco la buscas. Era una
tristeza que no me dejaba dormir ni comer, solamente me dejaba llorar.
Pero en medio de esa tristeza, alguien vino y me dio la mano
por las noches. Y entonces te confieso que dormí, y que poco a poco fui dejando
de llorar. Me convenció de buscar la salida del túnel, me ayudó a buscarla. Me
llevó lejos de todo y me enseñó que era posible volver a empezar, allí o aquí.
Porque todo lo que había sentido y vivido contigo lo había construido yo. Todos
mis recuerdos los había creado yo: siempre había sido yo.
Fui yo la que curó todas tus heridas abiertas aquel día que
nos encontramos, dejándote confiar de nuevo y haciéndote ver que el mundo podía
ser un lugar que merecía la pena. Yo saqué tantas cosas buenas de mí, para ti,
que a veces me dejaba vacía a mí misma. Jamás supiste por qué hice todo eso.
Pensaste que había sido un golpe de suerte en el camino. Pero yo hice de mi
casa tu casa porque no hay nada más humano que eso. Y creo que esa es la
explicación de todo: soy humana.
También era yo a la que se le
encogía el corazón cuando te decía que nada era para siempre. Siempre supuse
que esto nos condenaba al mismo tiempo que nos hacía libres. El dolor que
sientes cuando se rompe algo que quieres es inmenso. La esperanza de que todo
lo malo se acabará algún día es la única razón por la que muchas personas
siguen vivas. Creo que nunca debí olvidar esto.
Siempre te dije que no entendía que hubiera personas en el
mundo le dan la espalda al atardecer, y al mar, y que nunca se han atrevido a
abrir los ojos desde el extremo de un precipicio; personas que odian el olor de
las montañas y de los libros nuevos, y que nunca se han quedado embobadas
mirando las estrellas; personas a las que no le gusta el sonido de la lluvia ni
de un corazón latiendo fuerte cuando te apoyas contra el pecho de otra persona…
Y has cogido y le has dado la espalda al mar que tenías delante. Por eso, en
ningún momento desde que te has dado la vuelta te he entendido.
Y en mi empeño por ver el lado bueno de las cosas, quise ver tu parte buena. Pero acabé rota, yo también. No te preocupes, no has sido tú el que me has roto. Me he roto yo misma por intentar abrazar algo que no existía. Por intentar creer que podías ser diferente. Por intentar querer a alguien que no se merecía un corazón como el mío.
Todo esto me hace ver que siempre fui yo: la que
cantaba en el coche, la que corría a abrazarte, la que salía a buscarte, la que
te acompañaba en cada paso del camino. Era yo la que te pintaba los días
grises, y la que hacía que las cosas fueran más fáciles.
Ahora me doy cuenta de que puedo salir del dolor, porque
todo lo que me hacía feliz era yo. No lo he perdido. No he perdido. Has
perdido.
Lo hice por ti, sí. Pero siempre, siempre, fui yo.
miércoles, 7 de junio de 2017
Ojalá cambiarte el mundo
Ojalá pudiera darte el mundo que
te mereces. Crear un espacio en el que dejes de ser tan vulnerable para que así
entiendas que el problema no eres tú, sino quien te rodea. Un sitio donde creer
en las personas no sea una locura o una idea arriesgada de alguien que no ha
aprendido todavía. Donde la gente todavía cree que el corazón es algo esencial
para seguir viviendo, olvidándose del sentido literal.
Te mereces un mundo en el que la
gente sonría de verdad. Donde estar rodeado de personas vuelva a significar
estar acompañado, no solo entre una multitud. Un mundo que no haya sido
corrompido por los deseos y las ambiciones de nadie, incluso de aquellos que
predican como ley universal el “ama al prójimo como a ti mismo”, porque durante
miles de años se han olvidado de enseñarnos el truco: “como a ti mismo”. También se han olvidado de que nos queremos a
nosotros mismos porque primero hay alguien que nos quiere. Y por eso siempre
pensé que eres de las pocas personas que saben lo que es querer de verdad,
porque nunca has antepuesto lo que eres tú a lo que son los demás. Igual es eso
lo que te hace diferente aunque te duela. Pero ojalá pudiera darte un mundo en
el que no fueras la excepción.
Lo siento, y de corazón. Siento que
aquí las cosas no funcionen así. Siento tener que verte llorar de vez en cuando
porque las personas te hacen daño. La gente no sabe querer. Ni cuidar si no es
hasta que dejen de necesitarte. No saben depender de los demás porque alguien
les ha metido en la cabeza que ellos se valen a sí mismos, solos. Suena
estúpido, nadie sobreviviría solo. Y por eso se sienten incómodos cuando
empiezan a querer un poquito, o a depender un poquito. Y huyen. Y es ridículo
que tampoco les guste sentirse solos.
Sé que ahora mismo no vas a poder
entenderlo. Que seguirás con tus deseos de cambiar las cosas y seguirás cayendo
esos días en los que te des cuenta de que esa lucha se te queda grande. Créeme
que si las cosas pudieran cambiarse yo ya las hubiera cambiado para ti.
Solamente quería decirte que seas valiente y sigas, que aunque la vida te va a
doler muchas veces el mundo sin ti sería un poquito peor.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)