sábado, 17 de enero de 2015

Mi suerte dependiente de un gato negro



Se trata de esas absurdas malas rachas que nos nacen en el corazón
y que consiguen que nos duela hasta ese alma que,
en ocasiones,
creemos que llevamos dentro.

No sé si el problema está en mí o, lo que es peor aún,
no sé si ni siquiera hay un problema.
Dime cómo arreglas algo que no está roto;
dime,
cómo arreglas algo que te duele porque no está.

Quiero decir, que puede que simplemente sea que todos necesitamos a alguien,
que nos gusta tener una persona que nos ofrezca todo su cuerpo para desahogar
nuestros malos días
y nuestras ganas de subir al cielo algunos lunes.

No hacemos nada malo cuando sólo buscamos oír aquello que queremos,
cuando, aquello que queremos oír, es tan sólo un “todo saldrá bien”.

Pero esta es la situación ahora:
Se me han juntado los martes, los treces,
y algún que otro gato negro que no eras tú
(perdiendo otra de tus siete vidas enamorándome).

Y yo, bueno,
supongo que yo simplemente busco que mi alma grite un lunes por la noche
con otro gato que me arañe con cariño el corazón para que no vuelva a nacer en él nada malo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario